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LA VIDA ES UNA OBRA DE TEATRO QUE NO PERMITE ENSAYOS…POR ESO CANTA, RIE, BAILA, LLORA Y VIVE CADA MOMENTO DE TU VIDA INTENSAMENTE ANTES QUE EL TELON BAJE Y LA OBRA TERMINE SIN APLAUSOS.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Una generación sedienta de aprobación.

Actualmente con todo el apogeo de las redes sociales, es muy notable la necesidad de sentirse aceptados por los demás en los seres humanos. Redes sociales tan frecuentemente utilizadas como Facebook, reflejan el gran tamaño del narcisismo humano y a la vez la necesidad de sentirse aprobados por otros. El simple hecho de incrementar "Likes" en fotos de nosotros mismos y que sólo muestran una parte de nosotros, pero no enteramente lo que somos demuestra notablemente que somos egoístas por naturaleza, que se hable de nosotros, que nos vean a nosotros, que sientan que ahí estamos. Y aunque no lo queramos estamos envueltos en todo este sistema. Buscamos con ansias que los demás puedan de una u otra forma apreciar que existimos, que tenemos, que somos, todo lo bueno que podamos mostrar, claro está. El gran problema está en que nos queremos dar a conocer en la redes sociales virtuales, pero no queremos socializar presencialmente, buscamos sentirnos estimados en cierta manera, pero cada día nos vemos más envueltos en la caparazón de la tecnología que nos roba el calor humano, la capacidad de apreciar una sonrisa genuina y no simplemente ver una foto con una sonrisa forzada. No está mal querer sentirnos aceptados, lo que sí es cuestionable es cuando eso se convierte en una obsesion. Están todos tan ocupados aparentando ser felices virtualmente que se nos está olvidando vivir.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Trenzaré mi tristeza

Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los harìa llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo. Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza. Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole. Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza… Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Cuando uno mira este mundo, manchado de sangre inocente y sucio de egoísmo, ¿acaso no le dan ganas de ir a casa? Juan dice que algún día Dios le enjugará todas las lágrimas. Las mismas manos que extendieron los cielos tocarán sus mejillas. Las mismas manos que formaron las montañas le acariciarán el rostro. Las mismas manos que se retorcieron en agonía al ser traspasadas por el clavo romano algún día le tomarán la cara y le enjugarán toda lágrima. Para siempre.
Era un ladrón profesional. Su nombre atemoriza como los vientos del desierto agitan las plantas. Aterrorizó a la empresa de diligencias Wells Fargo durante trece años, rugiendo como un tomado que entraba y salía de las Sierras Nevadas, espantando a los más rudos colonizadores de las zonas fronterizas. En los periódicos, desde San Francisco hasta Nueva York, su nombre se convirtió en sinónimo de peligro para la frontera. Durante su imperio de terror, entre 1875 y 1883, se le acusó de robar las bolsas y el aliento de un total de veintinueve conjuntos de tripulantes. Y todo lo hizo sin disparar un solo tiro. Su arma era su reputación. Su munición era la intimidación. Una máscara le ocultaba el rostro. Ninguna víctima lo vio jamás. Ningún artista dibujó alguna vez sus facciones. Ningún sheriff pudo seguirle la pista. Nunca disparó un tiro ni se llevó un rehén. No tenía que hacerlo. Su presencia bastaba para paralizar. Black Bart. Un bandido enmascarado que portaba un arma mortal. Me recuerda a otro ladrón, uno que todavía anda dando vueltas. Usted lo conoce. Nunca ha visto su rostro. No le sería posible describir su voz ni dibujar su perfil. Pero cuando está cerca de usted, lo sabe en un instante. Si alguna vez ha estado en el hospital, ha percibido el apergaminado roce de su mano contra la suya. Si alguna vez ha tenido la sensación de que lo seguían, ha sentido su aliento frío sobre su nuca. Si se ha despertado avanzada la noche en una habitación desconocida, fue el susurro áspero de él lo que le robó el sueño. Usted lo conoce. Fue el ladrón que le provocó el sudor de las palmas cuando se presentó a la entrevista de trabajo. Fue el engañador que lo convenció para que cambiase su integridad por popularidad.Y fue el desgraciado que le susurró al oído mientras se alejaba del cementerio: «Tal vez seas el próximo». Es el Black Bart del alma. No desea su dinero. No desea sus diamantes. No le interesa su auto. Desea algo mucho más preciado. Quiere su paz mental, su gozo. ¿Su nombre? Temor. Su tarea es quitarle el valor y dejarlo tímido y tembloroso. Su modus operandi es manipularlo con misterios, provocarlo con lo desconocido. Temor a la muerte, temor al fracaso, temor a Dios, temor al mañana, su arsenal es vasto. ¿Su objetivo? Crear almas cobardes, carentes de gozo.