2 sensaciones opuestas, un mismo día.

 Un mismo día, con matices diferentes... por un lado la grata sorpresa al recibir un detalle inesperado, celebrando tu existencia. Más que lo que recibes, es el hecho de reconocer que alguien te recordó y pensó: “este será un buen presente” 

Quizás en momentos creas que no le importas a nadie, pero eso no es cierto, nuestro juicio muchas veces se ve nublado por suposiciones mentales. Lo cierto es que es agradable sentirse querido, a través de un detalle, un gesto, o un presente. Se siente bien. 

Por otro lado, una actitud hostil de alguien que pretende humillarse, quizás porque se siente superior o quizás porque se siente tan poco que se vale de esos actos para sentir un ligero alivio. Esa actitud que pretende dejarte humillado frente a otros, un simple capricho de un momento repentino, donde sale a flote la inmadurez. Pero en definitiva se siente mal. Y quizás por eso guardas un poco de rencor, pero las personas son como son y no las puedes cambiar. Pero si cambiar tu forma de reaccionar. 

Un buen momento extiende mi felicidad por unos minutos más y una experiencia no tan grata, puede llegar a dañarte toda la tarde. 

¿Qué pesa más? Me quedo con lo bueno. Lo bueno me da fuerzas para sobreponerme a las situaciones adversas y soy feliz. 

El monstruo desapercibido

 Lo he denominado monstruo porque nos roba los mejores de los momentos y no nos damos cuenta. Nos tiene como adormecidos, haciendo lo que se le antoje, mientras estamos como siendo manejados por unos designios que ignoramos. 

Muy pocos no están bajo su dominio... y nadie se percata de lo que está sucediendo. Normaliza lo inusual y modifica nuestras perspectivas, de una forma sutil va adentrándose cada vez más en lo más íntimo de cada persona. 

Mientras afuera hay bello atardecer, las cascadas fluyen impetuosas, un arcoíris se vislumbra después de una lluvia, estamos impávidos detrás de una pantalla. Vamos a un concierto a disfrutar, pero la pantalla no nos permite disfrutar al 100%. (Es que debe quedar grabado para no volverlo a ver nunca más) Lo peor de todo es que también nos hace más indolentes; ocurre un suceso trágico, una vida está en riesgo y la pantalla nos impide ayudar, porque “estamos muy ocupado grabando” Hay una familia reunida, pero nadie disfruta porque aunque están juntos físicamente, cada uno tiene una pantalla que lo aleja de su mundo presente y real. También ha sacado lo más vil de las características humanas, cuando de atacar a otro se trata, juicios sin piedad, palabras fuertemente ofensivas que incluso han acabado con muchas vidas y con muchas motivaciones. 

Este monstruo se presentó como un amigo, una oportunidad para vivir en un mundo globalizado, donde todos podríamos estar conectados, sin importar la ubicación física... pero se nos está saliendo de las manos. Ya no lo podemos manejar, al contrario, nos maneja a  su antojo. Con algoritmos que buscan inhabilitarnos y volvernos inútilmente inoficiosos. ¿Hasta donde llegará esto? Quizás en unos años lo sabremos. 

Qué pides Vs qué agradeces.

 Piensa en las cosas que crees te hacen falta... Quizás una casa, salir de deudas, una pareja, un trabajo, vivir en otro lugar, viajar, dinero, un computador, un celular, etc... tal vez esas son las cosas más comunes que vienen a tu mente. Pero estás viviendo sin ello, y aún así te encuentras bien. No con todos tus deseos suplidos pero bien. 

Ahora piensa en las cosas por las cuales estás agradecido: una familia, un trabajo, personas a las que le importas, fe, techo, comida,  capacidades, estar vivo... y un sin fin de cosas que muchas veces vemos como cotidianas, pero son verdaderos milagros. 

Trabaja por lo que deseas pero no te conviertas en esas desagradables personas que siempre se están quejando por todo. Arruinando el mas bello de los días, con absurdos insignificantes. 

Sé agradecido. 

¿A qué le temes?

 Quizás sea al juicio cruel que lanzan otros, de forma despiadada, sin conocer que hieren tus emociones. 

Pero al fin y al cabo son solo emociones, pasajeras. Hoy están y mañana ya han cambiado. 

Es muy fácil decir: “no dejes que te afecte lo que otros dicen”, sin embargo, hay palabras que simplemente no es fácil olvidar. 

Pero vivir con rencores es una pérdida de tiempo. Quizás lo mejor sea dejar pasar por alto cuánto más de pueda. Ni lo bueno, ni lo malo que otros dice, conviene darle suma importancia, ya que las opiniones, cambian con rapidez.